jueves, 1 de enero de 2015

LA CASUALIDAD NO EXISTE





LOS MILAGROS DE DIOS EN LA VIDA COTIDIANA: La Casualidad no existe


INTRODUCCIÓN

En los tiempos que corren hablar de milagros es algo raro, incluso hablar de nuestra fe nos resulta incómodo, como si tuviéramos temor a que los demás se burlen de nosotros por creer en la existencia de un Dios vivo y real que sigue actuando hoy día en la vida de muchos hombres y mujeres. Pese a nuestros miedos Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, el no cambia, es inmutable y sigue realizando milagros en la vida de muchas personas, aunque estos no sean tan llamativos o vistosos como los que ocurrieron en el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Que no tengamos conocimiento de ellos y no se divulguen en los medios de comunicación con la misma repercusión, que por el contrario tienen las malas noticias con las que estamos tan familiarizados, no significa que no se produzcan.

A lo largo de mi vida como cristiana he pasado por muchas circunstancias, unas buenas y otras no tanto, pero si algo he aprendido es a creer a Dios,... y mira bien que digo "creer a Dios" y no "Creer en Dios", aunque parece lo mismo, no lo es, ya que como dice la Palabra:

Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. Santiago 2: 19

Creer en la existencia de Dios no es difícil, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría hemos sido educados dentro en una cultura cristiana, tanto si esta es católica, ortodoxa o protestante, otra cosa diferente es creer a Dios, porque esto exige depositar toda nuestra confianza en Él y dejarle que gobierne nuestra vida. Acostumbrados a llevar el timón, no es sencillo de pronto dejar que sea Él quien decida por nosotros lo que es mejor. Este cambio o transición no ocurre de la noche a la mañana, es un proceso que va germinando en nuestro interior en la medida que mantenemos una buena relación personal con nuestro Padre Celestial, aprendemos a conocerle a través de su Palabra y dejamos que su Espíritu Santo nos guíe a toda Verdad.

Esta sección la he titulado: "LOS MILAGROS DE DIOS EN LA VIDA COTIDIANA"

¿Por qué lo llamo así?, porque creo que Dios sigue actuando en la vida de cada creyente y porque en mi vida en particular he podido experimentar esos pequeños milagros cotidianos que tanto me han ayudado a mantenerme firme en la fe.

El propósito de esta sección es compartir contigo que Dios no solo está en las cosas grandes, también lo vemos en esos pequeños detalles que para muchos pueden ser insignificantes pero para quienes los hemos experimentado son de gran importancia. También animarte a que des gracias a Dios por todo lo que te ocurre, porque sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28) y aprendas a reconocerle en esas circunstancias o momentos como puede ser la llamada de un amigo cuando más solo te has encontrado, ese trabajo que ha venido como llovido del cielo en el momento de mayor desesperación económica, un familiar cercano que ha salido ileso de un grave accidente, la enfermedad que se ha podido detectar a tiempo y ha sido erradicada, ... "Casualidades" para los que no creen y MILAGROS COTIDIANOS para los que hemos creído a Dios.

Dios responde a nuestras oraciones no como deseamos sino conforme a lo que nos conviene.

Me había preparado concienzudamente para el examen práctico del carnet de conducir, recibí muchísimas más clases de lo habitual y el recorrido lo conocía como la palma de mi mano, por lo que estaba convencida que iba a aprobar.

Subí al automóvil, regulé los espejos retrovisores y el asiento, comprobé que todo estaba correcto y comencé a circular siguiendo el itinerario que sobre la marcha iba marcándome el ingeniero que estaba sentado en el asiento trasero. Estaba un poco nerviosa, especialmente porque este hombre tenía fama de ser muy estricto, pero en cualquier caso estaba segura que todo transcurriría con normalidad y que Dios me ayudaría.

Pero las cosas no siempre ocurren como deseamos. Me suspendieron el examen alegando "conducción temeraria" ¡Que barbaridad! No daba crédito a lo que decía el informe. En realidad lo que ocurrió fue que al entrar en una calle había otra persona examinándose cuyo vehículo se encontraba parado en paralelo a otro coche dispuesto a dar marcha atrás para aparcar, pero al ver que otro vehículo se acercaba prefirió esperar a que pasara para continuar con su maniobra de aparcamiento, como había poco espacio para tres coches opté por esperar yo también. Como ni uno ni otro tomábamos una decisión el ingeniero me invitó a que continuara con el recorrido, y fue así como al pasar entre el coche y el borde de la acera los espejos retrovisores de ambos vehículos se rozaron. Miré de reojo al profesor de la autoescuela que iba de copiloto y por su expresión supe que todo estaba perdido.

Aunque no entendía porque me habían suspendido por algo tan trivial, y consideraba estar lo suficientemente preparada para volver a examinarme, decidí aprovechar la semana que tenía por delante para dar unas cuantas clases extras.

Lo que aprendí en esa semana iba a ser crucial para mi vida. No solamente me enseño que para tomar el control del automovil en velocidades muy lentas hay que hacerlo en primera, sino que se acordó que no me había enseñado a aparcar en pendiente. Esta forma de aparcar es más complicada, porque hemos de aprender a mantener el coche en equilibrio para que no se deslice cuesta abajo. Conseguir dejar el automovil en el punto exacto de equilibrio y que este no se deslice en una pendiente es algo que se consigue jugando con el freno y el embrague, es decir que teniendo pisados los dos pedales, vas soltando embrague muy despacio hasta que percibes que el motor cambia su sonido, en ese momento es cuando puedes ir soltando el freno muy lentamente y comprobar que el coche se queda totalmente parado. El secreto está en aprender a distinguir ese cambio de sonido que hace el motor cuando se ha conseguido equilibrar el automovil. Fueron clases muy interesantes.


Las respuestas de Dios a nuestros "porqués" las encontramos en muchos casos en circunstancias vividas con posterioridad.

Al poco tiempo de tener el permiso de conducir, fui con unos amigos de vacaciones a Jerez de la Frontera (Cádiz), en vez de hacer el trayecto por autovía decidimos hacerlo por carreteras secundarias, los paisajes son mucho más bonitos y podríamos visitar algún pueblecito que nos gustara. Como eramos seis personas fue necesario llevar dos coches,
en el mío solo íbamos mi hijo de cinco años y yo.


Recuerdo que al pasar por un lugar montañoso y lleno de vegetación, la carretera además de ser muy serpenteante estaba llena de gravilla, había que conducir con cuidado porque las ruedas resbalaban con facilidad, probablemente habría llovido días antes y toda esa tierra se había desprendido de la montaña. Como yo no conocía el camino iba detrás del coche de mis amigos. En un momento dado estos se alejaron bastante y por miedo a no perderlos de vista quise darles alcance y aceleré, con la mala suerte que las ruedas traseras comenzaron a patinar zigzeando en el asfalto hasta que terminó saliéndose de la calzada en dirección a un despeñadero. En décimas de segundo pensé que todo estaba perdido pero no dejaba de pisar el freno con todas mis fuerzas, ¡y de pronto! El coche se paró en seco, el pequeño trozo de tierra que separaba la calzada del despeñadero permitió que la frenada fuera efectiva, pero la situación era crítica, ya que el vehículo estaba ligeramente inclinado hacia adelante con la rueda delantera del piloto en el aire.

Tome aliento, respiré profundamente varias veces, e intenté pensar con serenidad y no dejarme llevar por el miedo. Mi hijo que iba en el asiento trasero durmiendo se despertó y preguntó si pasaba algo, le tranquilice como pude y le dije que siguiera durmiendo, que todo iba bien. Estaba tan asustada que mi oración solo era: "Dios mío, ayúdanos".

Tenía que tranquilizarme, no podía soltar el freno pues el coche se precipitaría al vacío, mi único recurso era realizar la maniobra que en aquellas clases extras me enseñaron, es decir, conseguir poner el coche en el punto de equilibrio para que no cayera. Así que con temor y temblor puse la velocidad marcha atrás, y muy lentamente empecé a soltar embrague hasta que pude notar una ligera vibración de motor y me dije: ahora es el momento de ir soltando el freno para comprobar si esto funciona ¡y funcionó! El coche se quedó como petrificado, y acto seguido, en décimas de segundo pisé con todas mis fuerzas el pedal del acelerador saliendo este disparado hacia atrás, colocándose nuevamente en la calzada. El corazón se me salía del pecho, así que aparqué unos minutos para poder tranquilizarme  y continuar mi camino.

Mis amigos no se habían enterado de lo ocurrido. A unos cuantos kilómetros del lugar y viendo que no les seguía aparcaron para esperarme y seguir juntos el viaje.


En cada circunstancia hay un propósito de Dios para nuestra vida

Un día, reflexionando sobre los acontecimientos ocurridos, me dí cuenta que la casualidad no existe,  me pregunté que hubiera ocurrido en el momento del incidente si aquel examen lo hubiera aprobado conforme a mi deseo sin haber aprendido las maniobras necesarias para controlar el vehículo en una pendiente. Comprendí, que Dios en su inmensa misericordia no siempre responde a nuestras oraciones conforme a las necesidades, deseos y celeridad que nos gustaría, sino conforme nos conviene y en el tiempo oportuno. Doy gracias a Dios cada día por el cuidado que siempre nos ha tenido a mi hijo y a mí y por mostrarme que pase lo que pase Él siempre está ahí, que nada es casualidad y que su mano es poderosa para controlar todas las circunstancias por complicadas que a nosotros nos parezcan.

¡Que bueno es dar gracias a Dios por todas las cosas que nos ocurren, aunque no entendamos la razón y los  porqués! Os exhorto a que adoptamos esta aptitud frente a los reveses de la vida, depositando nuestra confianza en Él, tarde o temprano comprobaremos que todo forma parte de su propósito para hacernos crecer y madurar en fe.

Es mi deseo que la bendición y la misericordia de nuestro Señor Jesucristo esté sobre vosotros y consuele vuestros corazones.