domingo, 3 de mayo de 2015

2ª PARTE: EL LIBRO DE NÚMEROS




2ª Parte:
EL LIBRO DE NÚMEROS

Terminamos la primera parte del libro de números en el apartado A) La permanencia en el Sinaí, correspondiente al punto 7. Análisis. En esta segunda parte continuaremos con el apartado B) De Sinaí a Cadés (la gran marcha y su permanencia en el desierto de Cadés).


7. ANÁLISIS:

    El conjunto del libro presenta cierta unidad basada particularmente en la geografía y en la cronología. Estas características permiten dividir la obra en tres secciones, correspondientes a tres regiones y a los períodos de tiempo que el pueblo de Israel permaneció en ellas.

A) La permanencia en el Sinaí F 20 días (explicado en la 1ª parte)

B) De Sinaí a Cadés (la larga marcha y su permanencia en el desierto de Cadés) F 38 años

C) En las llanuras de Moab, al nordeste del Mar Muerto F 9 meses y 10 días


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B) De Sinaí a Cadés (la larga marcha y su permanencia en el desierto de Cadés) F 38 años

-Duración: 38 años.
-Su larga marcha y su permanencia en el desierto de Cadés.

TRISTE FRACASO EN EL DESIERTO. (Cap. 11 a 20 con cap. 21:5-9 y cap. 25)


Una sección muy triste.
Hasta ahora las cosas parecían que marchaban bien para Israel, desde el incidente del becerro de oro no había ocurrido nada significativo para que Dios interrumpiera su manifestación al pueblo, este parecía dócil, los jefes buenos y generosos y las esperanzas de llegar a Canaán eran buenas. Sin embargo  estos capítulos narran una triste escena. Las murmuraciones y los pecados del pueblo encienden la ira de Dios y el gran pesar de Moisés, el cual tuvo que interceder en sus oraciones para aplacar a Jehová y hacerle desistir de su intención de destruirles.

Ocho son las murmuraciones encontradas en esta sección:

  1. Murmuración en contra del camino por el que Dios les conducía. (Cap. 11: 1-3)
El pueblo murmuraba con frecuencia, pero en esta ocasión, Dios se enfada porque después de haber experimentado su protección y su cuidado no tenían excusa para desconfiar de Jehová.

  1. Murmuración contra el alimento con el que eran alimentados. (Cap. 11: 4-35)
Pronto volvió el pueblo a pecar y a quejarse contra Dios. Los extranjeros que se habían mezclado con ellos los indujeron a poner la vista en las ventajas materiales. Añoraron la abundancia de Egipto (olvidándose del duro trabajo de servidumbre) y despreciaron la provisión de Jehová.


Jehová les envía codornices, y aún estaba la carne entre los dientes de ellos cuando la ira de Dios hirió con fuego una parte del campamento.

No era la carne un alimento nocivo o prohibido, pero a veces ocurre que lo que es bueno puede volverse malo cuando no viene de parte de Dios. El Señor no siempre nos concede todo lo que le pedimos a pesar de que creamos que es bueno, él tiene sus razones que nosotros desconocemos, sin embargo no debemos de volvernos contra Él por esta causa, sino aceptar su voluntad confiando que Él tiene cuidado de nosotros y sabe lo que nos conviene.
  1. Murmuración en contra del líder que Dios puso sobre ellos. (Cap. 12)
El pueblo causó mucha aflicción a Moisés. Aquí en este capítulo vemos como su paciencia fue puesta a prueba y precisamente por sus mismos hermanos: Aarón y María.

Ellos hablaron mal de Moisés, y parece ser que fue María la que empezó con la discusión. Dos eran los motivos por los cuales se enfadaron contra su hermano:

Su matrimonio con una extranjera. No se sabe con certeza si se trataba de un segundo matrimonio o se estaban refiriendo a Séfora, su primera esposa, ya que cuando la Biblia habla de una mujer cusita hemos de tener en cuenta que Cusán es sinónimo de Madián (Hab. 3:7).

Su gobierno. No por llevarlo mal, sino por monopolizarlo. En el versículo 2 dice: “Solamente por Moisés ha hablado Jehová”.

Moisés mostró una gran paciencia ante tan grande provocación. Él era un hombre celoso de guardar el honor del Nombre de Dios, sin embargo se mostraba manso  a la hora de defender el suyo propio. No se quejó, ni apeló a la justicia divina, pero Dios no deja sin defensa al inocente, y aplicó en este caso su justicia contra María, la cual quedó leprosa. El castigo cayó sobre ella por ser la causante de dicha rebelión. La intercesión de Moisés le dio sanidad.


El pueblo no avanzó en su marcha hasta que María no fue sanada, el propósito de Dios no era avergonzar más a María de lo necesario abandonándola en el desierto, sino esperar a su arrepentimiento y restauración.

  1. Murmuración contra la tierra que Dios prometió darles. (Cap. 13)
Cuando los israelitas estaban a punto de poner los pies en la tierra de Canaán (Tierra Prometida), tuvieron que volver atrás para vagar por el desierto durante treinta y ocho años más, hasta morir allí todos los mayores de 20 años (con la excepción de Josué y Caleb), debido a que los espías que enviaron para inspeccionar la tierra regresaron con un informe de desánimo para disuadirle de entrar en Canaán.

No pudieron negar que la tierra era buena y fructífera, pero imposible de conquistar, por lo que era mejor no intentarlo.

Caleb y Josué fueron los únicos que animaron a seguir adelante, ellos creyeron a Dios, lo que les valió no morir en el desierto, pasar el Jordán y tomar posesión de su heredad.

En ningún momento Jehová les dice que no tendrían que luchar para conquistar Canaán. También ahora hemos de mantener lucha para poseer las promesas que Dios nos da, esa lucha es a veces muy dura, implica conservar la fe y la confianza en Él a pesar del tiempo que tarde y de no ver nada.

  1. Murmuración en contra del veredicto. (Cap. 14)
En este capítulo vemos la contienda entre Dios e Israel, a causa de la murmuración y la incredulidad, por lo que Jehová les juró en su ira que no habrían de entrar en su reposo. Toda la congregación dio más crédito a lo que decían los espías que a Dios. Deseaban haber muerto en Egipto o en el desierto antes de tener que pasar a Canaán, por lo que desearon volverse atrás antes de seguir adelante.

Parece ser según leemos en Deuteronomio 1: 22 que no fue Dios de quien partió la idea de inspeccionar la tierra, sino que el pueblo fue a Moisés y dijeron de enviar espías para que les informasen sobre el camino que habrían de seguir y de las ciudades adonde tendrían que llegar. Esto indicaba que el pueblo no confiaba demasiado en Jehová, quien le había dicho que era buena tierra.

No somos muy diferentes de Israel, a veces nosotros no fiándonos de la Palabra de Dios, queremos andar por vista y no por fe, dando más crédito a nuestras propias ideas y consejos ajenos que a la revelación de Dios.

Se les acusa de cobardes, pero las Escrituras los llama incrédulos. Después de las señales que habían presenciado del poder de su Dios dudaron que Él pudiera mantener su palabra de ayudarles.

Los que se quejan sin causa merecen tener causa para quejarse. Y esto es precisamente lo que le pasó al pueblo de Israel. La sentencia pronunciada por Dios era de exterminar a todos los israelitas, la humilde intercesión de Moisés les libró de tal castigo, pero no habían de ver la tierra prometida ni entrarían en ella. La promesa de Dios se cumpliría para la descendencia de ellos, es decir sus hijos. Volverían al desierto, cuando todos los de veinte años para arriba murieran entonces la generación que quedara tomaría posesión de Canaán.

Solamente Caleb y Josué vivieron para ver cumplida esta promesa. Ellos creyeron a Dios y Él fue fiel para darles su porción de herencia.

Con todo, el pueblo se quejo del veredicto y sin la aprobación de Jehová decidieron pasar el Jordán y conquistar la tierra, el resultado fue muy lamentable, los enemigos descendieron contra ellos y los derrotaron, matando seguramente a la mayoría de los israelitas que se lanzaron a la lucha.

  1. Murmuración en contra de los nombramientos de Aarón y su familia para el sacerdocio. (Cap. 16 y 17)
Estos capítulos encuentran un registro de ciertos motines y quienes eran los rebeldes que estaban al frente de ellos. Coré era la principal figura de la conspiración, uniéndosele después Datán Abiram y On, de la tribu de Rubén, hijo mayor de Jacob, hombres de renombre que Indujeron a la rebelión a doscientos cincuenta varones.

La protesta de los rebeldes era respecto al nombramiento de Aarón y su familia para el sacerdocio, poniendo en duda su llamado de parte de Dios. Moisés trató de impedir que la rebelión llegara a mayores y el caso llegase al Tribunal de Dios, pero ellos no hicieron caso, así que su insolencia lleva a Moisés a apelar a Jehová respecto de su propia integridad. El resultado es que Dios en su justicia abandonó a los rebeldes a la obstinación y al endurecimiento de su corazón, y ejecutó la sentencia:

Se abrió la tierra; la tierra abrió su boca, y los tragó a ellos, y a los suyos, y los cubrió la tierra”

Fue terrible. Se amonestó públicamente a la congregación para que se retirasen inmediatamente de las tiendas de los rebeldes para no morir con ellos, la congregación hace caso del aviso, pero los rebeldes continúan con una actitud arrogante y blasfema. Todo Israel quedó aterrado del castigo.


Dios confirmó el ministerio de Aarón y de su familia. Sin embargo al día siguiente hubo una nueva revuelta, volvieron a pecar de la misma forma teniendo en poco las advertencias de Moisés.

En esta ocasión, tras la rebelión de Coré, el pueblo vuelve a murmurar contra Moisés y Aarón, este acontecimiento hizo que Dios trajera mortandad sobre el pueblo de Israel. Moisés de inmediato dándose cuenta de la gravedad del asunto mandó a Aarón poner fuego del altar en el incensario, echar el incienso y correr hacia el pueblo para que en función de su oficio de sacerdote, hiciese expiación por ellos, así fue como cesó la mortandad.

El incensario que usó era el mismo que se utilizaba el día de la Expiación, y corrió al lugar en donde la ira de Dios se estaba manifestando y tomó posiciones en la frontera entre la muerte y la vida, colocándose frente a la Ira Divina. Puso en peligro su propia vida para salvar la del pueblo.

Su llamamiento como sacerdote quedó con esto sólidamente afianzado y confirmado de toda sospecha.


Aarón: Prototipo de Cristo como sacerdote que intercede por nosotros al Padre, el cual traspasando la frontera de la muerte venció a esta.
Incensario de oro: Cristo glorificado, que está sentado a la derecha del Padre intercediendo por nosotros.
Incienso: La oración de Intercesión al Padre.
Fuego del Altar: El Altar representa el sacrificio de Cristo. Solo a través de este sacrificio de Cristo nuestras oraciones llegarán como olor fragante al Padre y serán aceptadas.

¡Cuan peligroso es el pecado de rebelión!   hemos de llevar cuidado como hijos de Dios de no menospreciar a las autoridades establecidas por Él, de no resistir su autoridad tanto si nos gusta como si no. Las personas que provocan revueltas y levantan a los demás para unirse a su rebelión demuestran ser gente orgullosa, envidiosa, ambiciosa,... que solo buscan su gloria. Dios nos guarde de albergar en nuestro corazón tales sentimientos y seamos dignos de la confianza que ha depositado en nosotros, dispuestos a permanecer en la brecha y seguir cumpliendo con nuestra obligación aún cuando las cosas no marchen bien, no buscando nuestro bienestar sino el de la congregación en donde servimos.

Cada uno de nosotros ha sido llamados a ser sacerdote e interceder a favor de los que aún no conocen a Dios. Nuestra posición es colocarnos como Aarón, en la frontera entre la muerte y la vida, para que la misericordia de Dios sea derramada sobre el pueblo y no muera.

  1. Murmuración en contra de la sed. (Cap. 20: 2 – 13)

Después de treinta y ocho años de penosa marcha en el desierto yendo hacia el mar Rojo, los israelitas acamparon en algún lugar donde había escasez de agua, por este motivo murmuraron contra Moisés y Aarón, de nuevo se enfadaron por haber sido sacados de Egipto y conducidos a través del desierto. Dios pide a Moisés que hable a la Peña y promete que esta dará su agua. Moisés y Aarón actuaron impropiamente debido a que estaban enfadados y un poco hartos del pueblo.

Dios en su desagrado les dijo inmediatamente que no tendrían el honor de introducir a Israel en la Tierra Prometida. En este capítulo mueren María y Aarón.
  1. Murmuración por razón de la provisión de Dios. (Cap. 21: 4 – 9)
El ejército de Israel comienza a penetrar en territorio habitado y toman posesión de las fronteras de la Tierra Prometida. En medio de todas las aventuras que les ocurren tenemos otra grave murmuración del pueblo, que da lugar al episodio de las serpientes venenosas y a la salvación mediante la serpiente de bronce.

Israel, fatigado por la larga marcha en torno a las fronteras de Edom, ya que no se les permitió pasar a través del país que era el camino más corto, se desanimó  y volvió a murmurar en su incredulidad, lamentando la falta de pan y de agua y de lo fastidioso de comer siempre el maná.

El juicio de Dios no se hizo esperar y envió entre el pueblo serpientes feroces que con su mordedura murió mucho pueblo. En su arrepentimiento ruegan a Moisés que interceda por ellos. Jehová manda construir la imagen de una serpiente de bronce y ordena que la pusiesen sobre una asta en un lugar elevado, de modo que todos pudieran verla. Todo aquel que fuera mordido por una serpiente feroz quedaría curado con tan solo mirar a la de bronce, en cambio moriría si rehusaba mirarla.

Encontramos aquí una gran dosis de Evangelio: la serpiente colocada sobre una asta simboliza a Satanás, el cual ha sido vencido por Cristo a través del sacrificio de su muerte en la cruz, para que todo aquel que cree en Él no se pierda más tenga vida eterna.



C) En las llanuras de Moab, al nordeste del Mar Muerto F 9 meses y 10 días


-Duración: 9 meses y 10 días.
-Un tiempo en las llanuras de Moab, al nordeste del Mar Muerto. Hemos visto claramente el fracaso de Israel y como este tenía que ver con la incredulidad. ¡CUIDADO CON LA INCREDULIDAD!
Pero no todo fue fracaso, en esta última sección del libro vemos a un pueblo victorioso y gozando una vez más del favor de Dios.
UN PUEBLO GLORIOSO Y VICTORIOSO EN EL DESIERTO. (Cap. 21: 1-4 y del 10 hasta el cap. 36)

Victoria

La nota predominante en esta sección es victoria. Aunque no debemos olvidar que hubo algunos fracasos como por ejemplo el hecho de que la vieja generación murió como castigo por el pecado en Cadés (los espías), y ahora Dios empieza de nuevo con Israel.
  1. Victoria sobre el rey de Arad. Cap. 21: 1 – 3
Jehová escuchó la voz de Israel, y entregó al cananeo, y los destruyó a ellos y a sus ciudades; y llamó el nombre de aquel lugar Horma, que significa Destrucción.
  1. Victoria sobre el rey de Sehón y el rey Og. (Cap. 21: 21 – 35)
Israel envió una embajada de paz al rey de los amorreos llamado Sehón, pero la respuesta fue hostil, por lo que su ejercito fue derrotado y su país adueñado por los israelitas.

Og, rey de Basán, no escarmentó en cabeza ajena, y en vez de hacer las paces con Israel le declaró la guerra, y el resultado fue su propia derrota. Og también era amorreo, y parece ser que sus habitantes eran gentes de una fuerza sobrehumana, su territorio muy fértil y su ganado muy preciado, sin embargo ante el poder de Dios no hay obstáculos y entrega en manos de su pueblo el reino de Basán.
  1. Balaam y Balac. (Cap. 22 al 25)
Esta es una historia en la cual Balac rey de Moab, se empeña en maldecir al pueblo de Israel a través del profeta Balaam. Dios frena la boca de Balaam y cambia la maldición por bendición.

El rey tentó al profeta, y esta tentación fue más fuerte que el deseo de obedecer a Dios, es así como deseando recibir todo cuanto le ofrecía Balac le siguió. Dios permitió que marchara con el rey moabita y lo entregó a la concupiscencia de su corazón.

A veces Dios permanece callado a las oraciones de sus hijos, y no es porque no tenga interés, sino por amor, porque no siempre nos conviene aquello que pedimos. Sin embargo vemos que Dios concede peticiones por ira, es decir que a aquellos que se empeñan en conseguir lo que quieren a cualquier precio, resistiendo la autoridad de Dios. En estos casos el Señor contesta aunque sabe que la respuesta va a traer maldición sobre la persona.
  1. El Segundo Censo. (Cap. 26)
La primera vez que se censó al pueblo fue el primer año de la salida de Egipto al pie del monte Sinaí. Esta segunda vez en la llanura de Moab, justamente antes de entrar en la Tierra Prometida.

El censo había de hacerse igual que la vez anterior, contando solo los hombres de veinte años arriba, hábiles para la guerra.

El motivo por el que se hizo este censo especial registrando las tribus, las familias y el número de los individuos es porque el pueblo de Israel se había multiplicado, y el reparto de la tierra iba a ser no por azar sino por promesa y estatuto de Dios. Según el incremento de cada tribu, se le asignaría una porción de la herencia. Esto quedaría registrado para garantizar la voluntad de Dios.

A pesar de haber transcurrido cuarenta años desde el censo anterior vemos como resultado 1.820 personas menos, y se debe al juicio de Dios contra los murmuradores.
  1. La ley de herencia. (Cap. 27)
Se hace mención del caso de las hijas de Zelofehad, el cual muere si tener hijo varón que le suceda. Era el primer caso que ocurría en Israel. Estas pedían poder tener parte en la tierra de Canaán entre los hermanos de su padre.
Solo heredaban los censados, como su padre había fallecido y no se encontraba censado, ellas no tenían derecho a heredar. Alegaron que su padre no había muerto de manera deshonrosa. El caso fue decidido por Dios mismo. Les fue concedida la petición. A partir de entonces se dio una ley general en la que quien no tuviera hijos varones, su hacienda pasaría a sus hijas, si tampoco tenía hijas pasaría a sus hermanos, si no tenía hermanos, a los hermanos de su padre, y si tampoco los tuviera al pariente más próximo.
  1. Josué toma el lugar de Moisés. (Cap. 27)
Moisés ruega a Dios por un sucesor. En respuesta a esta oración, Dios nombra a la persona de Josué, quien hacía tiempo se había distinguido por su valentía en la lucha contra Amalec, por su humildad en el servicio a Moisés y por su fe y sinceridad en testificar contra el informe de los malos espías. Dios instruye a Moisés sobre el modo de instituir a Josué como su sucesor.



  1. Los arreglos para las ofrendas y los votos. ( Cap. 28 al 30)
Ahora que el pueblo había sido censado, se habían dado instrucciones sobre el reparto de la tierra, y se había nombrado a Josué como sucesor de Moisés, lo próximo que hace Dios antes de pasar a conquistar Canaán es ordenar el culto, era una manera de garantizar que llevaría a cabo sus prácticas religiosas y no se olvidarían de ellas a pesar de las continuas guerras.
  1. Victoria sobre Madián. (Cap. 31)
Jehová da a Moisés orden de hacer la guerra contra los madianitas, descendientes de Abraham y Cetura. Estos habían abandonado el culto a Dios y se habían convertido en idólatras, eran vecinos de los moabitas y estaban confederados. Ellos mandaron a sus mujeres para contaminar a Israel y Dios en respuesta a esta provocación les castigó severamente.
  1. Los preparativos para entrar en la tierra.
Dios nombra encargados para distribuir la tierra. Se da por segura la conquista de territorio. Después de las instrucciones dadas para la distribución de la tierra entre las tribus se hace ahora la provisión necesaria a favor de los levitas cuya tribu estaba enteramente dedicada al servicio del Tabernáculo.

8. SÍNTESIS:

En lo que respecta al contenido, el libro de Números continúa la historia de Éxodo, ya que narra la marcha de los israelitas por el desierto desde los últimos meses en el Sinaí hasta las vísperas de la entrada en la Tierra Prometida. Los primeros relatos describen los preparativos para reanudar la marcha después de haber recibido la Ley, luego se insiste en la celebración de la Pascua, más tarde narra los sucesos acaecidos entre la salida del Sinaí y la llegada a Moab. En la parte final se dan algunas instrucciones previas al cruce del río Jordán.

Este libro pone de relieve la personalidad y la obra de Moisés, el gran libertador y legislador del pueblo de Israel. A este cometido añade ahora el de organizar a los israelitas y guiarlos durante los años de su peregrinación en busca de la Tierra Prometida. Moisés se entregó a este trabajo con total fidelidad a Dios y motivado por el amor a su pueblo, aunque a veces se sintió abrumado por la pesada carga moral de su responsabilidad y la incomprensión de la gente que lo rodeaba.

En contraposición con la figura de Moisés, la conducta del pueblo aparece descrita con rasgos más bien negativos. En la soledad y en la vida dura del desierto, la gente de toda clase que había salido de Egipto comienza a tomar conciencia de su destino, pero la larga travesía hacia una meta todavía desconocida y que debía parecerles siempre lejana les lleva a continuas protestas y rebeldías. No cesan de provocar la ira de Dios. Sin embargo, las infidelidades del Pueblo no impiden que el Señor siga manifestando a Israel su misericordia y su perdón. Aquí vemos a Moisés como mediador entre Dios y el pueblo escogido, hablando cara a cara con Jehová.

Visto en conjunto y atendiendo especialmente a razones geográficas y cronológicas, este libro no le falta unidad en su composición. Porque el relato, manteniéndose en la misma línea histórica del Éxodo, informa de los movimientos de Israel posteriores a su permanencia en el Sinaí y hasta su llegada al Jordán. Ahora bien, a pesar de esta unidad global, es necesario reconocer que su estructura literaria consiste más bien en una cadena de secuencias colocadas una junto a otra, independientes entre sí, que van alternando contenidos narrativos de fácil lectura con otros de carácter jurídico, legal, censual o ritual. Tales características hacen pensar que el libro no fue redactado de una sola vez, sino que su redacción pasó por diferentes etapas hasta adquirir su forma definitiva.

El esquema del contenido basado en la geografía y en la cronología permiten dividir la obra en tres secciones a tres regiones y a otros tantos períodos:


  1. Los 20 días en el Sinaí. (SERVICIO)
  2. Los 38 años de marcha y la permanencia en el desierto de Cadés. (FRACASO)
  3. Los 9 meses y 10 días en las llanuras de Moab, al nordeste del Mar Muerto. (VICTORIA)


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