25 de octubre de 2013
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¡HAY VIDA DESPUÉS DE LA IGLESIA! : CONOCERÉIS LA VERDAD Y LA
VERDAD OS HARÁ LIBRES...
El
día que definitivamente dejé de formar parte de la comunidad
religiosa a la que pertenecía, experimenté un cúmulo de
sentimientos contradictorios, por un lado había dolor, desilusión,
rabia, un vacío muy grande que me llevaba a juzgar y criticar todo,
por otro lado también sentía mucha libertad y descanso. No fue
fácil tomar esa decisión, no solo era dejar de asistir a unos
cultos, era romper relaciones con personas que por largo tiempo
había considerado mis amigos. Durante un tiempo me sentí
desubicada, y aunque intentaba justificar mi decisión de salir,
seguía mal conmigo misma y con Dios, era como si mi vida se hubiera
roto.
Sin
embargo, y casi desde el principio pude sentirme libre de las
ataduras que la religión me había puesto y era muy gratificante.
Algo dentro de mi me decía que había hecho lo correcto, es por
ello, que nunca experimenté sentimiento de culpabilidad por la
decisión tomada, porque cuando en una congregación cristiana,
Jesucristo deja de ser el centro de todo y los responsables en
autoridad usando la Palabra de Dios, buscan su propio beneficio,
manipulando a las personas para conseguir sus fines, es síntoma de
que esa congregación está enferma, y si ha sido advertida de su mal
proceder y aún así no cambia y rectifica, lo mejor es abandonar
antes de morir espiritualmente. El número de personas que aquel día
dejamos la congregación fue de treinta, aproximadamente.
Cuando
se pasa por una situación como esta o parecida, las personas
necesitan hablar mucho de lo ocurrido para sacar toda la frustración
y dolor acumulados, algunos incluso, recurren a psicólogos, son
experiencias muy traumáticas que necesitan ayuda para superarlo.
Yo también sentía la necesidad de hablar de la situación vivida y
lo hacía con las personas que como yo habíamos pasado por lo mismo,
y la verdad que fue una buena terapia, durante mucho tiempo, y cada
vez que nos veíamos hablábamos de lo mismo, pero para mi esto
empezó a ser preocupante, era síntoma de que aún había dolor y
resentimiento, y llegó un momento que tanta crítica y tanto
justificarme me hacía sentir mal.
Aunque
no me congregaba en ninguna iglesia, no perdí la fe, para mí Dios
seguía siendo lo más importante de mi vida, pero notaba que día a
día mi relación con Dios no fluía como antes, no sabía que me
estaba pasando, así que pregunté a Dios con toda sinceridad el
porqué de mi malestar, y su respuesta no se hizo esperar. Muchísimas
veces las respuestas de Dios a nuestras preguntas no son lo que
esperamos, pero siempre nos dice lo que más nos conviene. Por un
lado me hizo saber de la crítica y del juicio que estaba haciendo,
y por otro me mostraba el amor y la misericordia que tenía para
conmigo, parecía contradictorio, pero yo entendí que la justicia y
la misericordia de Dios van siempre unidas, El me estaba
disciplinando pero al mismo tiempo mostraba su amor hacia mí. Me
hizo entender que vivir conforme a Cristo es para bendecir y no
para maldecir, y no solo a las personas que amamos, sino también a
nuestros enemigos, que solo Dios puede juzgar con verdadera justicia,
ya que conoce lo oculto de nuestros corazones, así que tuve que
pedir perdón a Dios por mi actitud y perdonar a las personas que me habían hecho daño. Esto no
paso en un solo día, Dios se tomó el tiempo necesario para que yo
lo pudiera entender y lo hiciera con buen ánimo porque era lo
que más me convenía.
Tras
el dolor y la rabia, llegó el tiempo en el que Dios empezó a tratar
conmigo, a mostrarme mis errores y pecados, un proceso que duró
varios años en los que tuve que desintoxicarme de los efectos
nocivos de la religión. Aunque pueda parecer lo mismo, he de decir
que religión y cristianismo son totalmente opuestos, mientras que la
persona religiosa se viste por fuera de una apariencia de bondad y
perfección, por dentro es hipócrita, soberbia y orgullosa,
despreciando a cuantos no piensan de la misma forma, y creyéndose
estar siempre en posesión de la verdad absoluta. Sin embargo, la
persona cristiana, busca a Dios como referente para vivir conforme a
sus principios, reconoce sus miserias y no pretende ser más que
nadie, siente verdadera empatía por los demás y está presta a
ayudar sin ningún tipo de interés malsano.
Cuando
pude digerir esto, me llevó a orar por ellos y a bendecirlos, y a la
primera que le hizo bien fue a mi, porque el rencor que tanto daño
estaba haciéndome desapareció, y en su lugar pude experimentar paz
y gozo, como si hubiera sido liberada de todas las cadenas que me
oprimían y me ahogaban. Sin darme apenas cuenta comencé a
sentir compasión por ellos y cesó la crítica.
Libre
de todo obstáculo que se interpusiera entre mi espíritu y su
Espíritu, Dios, empezó a revelarme la razón por la cual permitió
que dejara la iglesia, era necesario ser liberada de esa prisión
llamada religión en la que me encontraba para poder comprender lo
que Dios dice en su Palabra: "conoceréis la verdad y la
verdad os hará libres". Juan 8:32
Sin
darme cuenta vivía lo contrario de lo que Cristo quería para su
pueblo, no era libre como dice la Palabra de Dios, sino que por el
contrario era esclava de una religión puesta por los hombres, y
aunque como yo, creo que todos los que hemos estamos en las mismas
circunstancias hemos actuado de buena voluntad, estaba perdiendo de
vista el mensaje de Cristo para todos los hombre y mujeres, un
mensaje de misericordia, justicia y comprensión para todos.