5 de noviembre de 2013
3 ¡HAY VIDA DESPUÉS DE LA IGLESIA! : ...Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Me
preguntaba muchas veces como hablarle al mundo de un Dios
misericordioso, 0 del amor de Cristo que dio su vida por nosotros,
si como cristiana, había perdido de vista ese amor incondicional,
culpándome y condenándome por mis errores una y otra vez, hasta
que entendí, que no podía amar a nadie si antes no aprendía a
amarme a mí misma. Mateo 19:19, cuando dice:
"...Amarás a tu prójimo como a ti mismo", había
cobrado vida, me di cuenta que Dios perdonaba mis errores y
fallos, que conocía
desde el principio mis imperfecciones y debilidades y aún así me
amaba y aceptaba. Comprender y recibir en mi corazón
esta verdad me abrió los ojos para ver que los demás no eran
diferentes a mi y que todos necesitamos desesperadamente del amor de
Dios. Aprendí a perdonarme y aceptarme tal cual era, y a
sentir compasión y empatía por las personas que sufren, también me
llevó a perdonar y a no juzgar a cuantos me habían dañado.
Experimentar
el amor y perdón de Dios no fue fruto de un sentimiento o una
emoción, tampoco ocurrió todo de la noche a la mañana, esté
cambio fue el resultado de un largo proceso en el que Dios obró el
milagro de cambiar mi tristeza y amargura por una paz y gozo que se
renueva cada día. En la vida, continuamente estamos tomando
decisiones, y todas ellas tienen consecuencias, por eso la
importancia de saber elegir el camino correcto, yo decidí creer en
su Palabra, aceptar su amor y perdón y dejar que
restaurara mi vida espiritual y emocional. Creerle me
capacitó para comprender a los demás, verlos y amarlos como Cristo
lo hace, dejó de ser una teoría para convertirse en una
realidad viva, fue entonces cuando sentí que podía hablar de la
misericordia y el amor de Dios para con todos. No importa cual sea la
denominación religiosa a la que pertenezcas, ya seas ateo o
agnóstico, la realidad es que Dios, es Dios de todos y para todos.
Durante
largos años estuve convencida que la religión que vivía era la
única verdadera, y que para ser salvos, es decir, para ser
verdaderos cristianos era necesario estar dentro de una congregación,
¡gran error el mío! A sido necesario vivir esta experiencia para
que abriera los ojos a la realidad espiritual de que a Dios no se
le puede encerrar entre cuatro paredes, que el hombre no posee toda
la verdad y que la única VERDAD con mayúsculas es Cristo mismo, y
el no habita en templos de piedra sino en el corazón de las
personas que desean recibirle como su Señor y Salvador, El es
accesible a todos.
No
me cabe la menor duda que si Dios ha producido en mí este cambio, a
pesar de no asistir a ninguna iglesia ni pertenecer a ninguna
denominación, también puede obrar en tu vida, solo necesitas creer.
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