domingo, 27 de abril de 2014

BENDECID Y NO MALDIGÁIS






BENDECID Y NO MALDIGÁIS

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Romanos 12:14

En el mundo físico, lo que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte de una persona, es la sentencia de inocente o culpable que se dicte sobre ella.

En el área espiritual no es muy diferente. Cuando juzgamos y condenamos a una persona de lo que consideramos que ha hecho o dicho (según nuestra percepción, en la mayoría de los casos), la estamos privando de tener acceso a la Gracia y Misericordia de Dios para ser sanada y restaurada mediante nuestras oraciones intercesoras. Si como jueces la condenamos y no oramos por ella, le estamos negando la posibilidad por nuestra parte de poder apelar a Dios para que perdone sus faltas.

Para no caer en este grave error, consideremos los siguientes consejos y actuemos sabiamente:


1. Solo Dios es soberano para juzgar, condenar y decidir si las personas son dignas de su perdón.

Porque Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él mismo nos salvará. Isaías 32: 22

Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Santiago 4: 11

2. Si nosotros nos tomamos la libertad de juzgar y condenar, estamos usurpando el lugar de Dios, es tan grave como el pecado de rebelión.


3. Cuando juzgamos a los demás, sin darnos cuenta abrimos grietas en nuestras murallas de protección dando lugar al diablo por medio de los sentimientos negativos que nuestra actitud genera como la envidia, el rencor, el odio, la envidia, los celos, la antipatía... etc.


4. Cuando albergamos tales sentimientos perdemos la santidad, nuestras oraciones no pueden llegar al trono de la Gracia de Dios, perdiendo toda efectividad.

Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Hebreos 12:14

5. No miremos a las personas con los ojos de la carne, si lo hacemos siempre encontraremos motivos para verlas culpables, miremos a los demás con los ojos del Espíritu que mora en nosotros, entonces los veremos tal y como Cristo los ve: dignos de compasión, esclavizados por el pecado, manipulados por el diablo y desesperadamente necesitados del amor y la misericordia de Dios.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Mateo 5: 44

Bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Lucas 6: 28

Estas cosas no pueden ser entendidas por el hombre natural, pero el cristiano que ha nacido de nuevo, es templo del Espíritu Santo, y si el Espíritu de Dios mora en nosotros, debemos actuar en todo tiempo conforme a sus principios para que nos vaya bien y así, conforme a esta manera de vivir ayudemos a Dios en el establecimiento de su Reino aquí en la Tierra.

No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal. Romanos 12: 17-21.


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