BENDECID
Y NO MALDIGÁIS
Bendecid
a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.
Romanos 12:14
En
el mundo físico, lo que puede marcar la diferencia entre la vida y
la muerte de una persona, es la sentencia de inocente o culpable que
se dicte sobre ella.
En
el área espiritual no es muy diferente. Cuando juzgamos y condenamos
a una persona de lo que consideramos que ha hecho o dicho (según
nuestra percepción, en la mayoría de los casos), la estamos
privando de tener acceso a la Gracia y Misericordia de Dios para ser
sanada y restaurada mediante nuestras oraciones intercesoras. Si
como jueces la condenamos y no oramos por ella, le estamos negando la
posibilidad por nuestra parte de poder apelar a Dios para que perdone
sus faltas.
Para
no caer en este grave error, consideremos los siguientes consejos y actuemos
sabiamente:
1. Solo
Dios es soberano para juzgar, condenar y decidir si las personas son
dignas de su perdón.
Porque
Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es
nuestro Rey; él mismo nos salvará.
Isaías 32: 22
Hermanos,
no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y
juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú
juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino
juez.
Santiago 4: 11
2. Si
nosotros nos tomamos la libertad de juzgar y condenar, estamos
usurpando el lugar de Dios, es tan grave como el pecado de
rebelión.
3. Cuando
juzgamos a los demás, sin darnos cuenta abrimos grietas en nuestras
murallas de protección dando lugar al diablo por medio de los
sentimientos negativos que nuestra actitud genera como la envidia, el
rencor, el odio, la envidia, los celos, la antipatía... etc.
4. Cuando
albergamos tales sentimientos perdemos la santidad, nuestras
oraciones no pueden llegar al trono de la Gracia de Dios, perdiendo
toda efectividad.
Seguid
la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
Hebreos 12:14
5. No
miremos a las personas con los ojos de la carne, si lo hacemos
siempre encontraremos motivos para verlas culpables, miremos a los
demás con los ojos del Espíritu que mora en nosotros, entonces los
veremos tal y como Cristo los ve: dignos de compasión,
esclavizados por el pecado, manipulados por el diablo y
desesperadamente necesitados del amor y la misericordia de Dios.
Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid
a los que os maldicen, haced
bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os
persiguen. Mateo
5: 44
Bendecid
a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Lucas
6: 28
Estas
cosas no pueden ser entendidas por el hombre natural, pero el
cristiano que ha nacido de nuevo, es templo del Espíritu Santo, y si
el Espíritu de Dios mora en nosotros, debemos actuar en todo tiempo
conforme a sus principios para que nos vaya bien y así, conforme a
esta manera de vivir ayudemos a Dios en el establecimiento de su
Reino aquí en la Tierra.
No
paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los
hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz
con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos,
sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la
venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere
hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo
esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido
de lo malo, sino vence con el bien el mal.
Romanos 12: 17-21.
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