VIVIR EN
LA GRACIA
Y NO
EN LA LEY
INTRODUCCIÓN:
A los seres humanos les corresponde el honor de
haber sido creados a “imagen de Dios” pero al separarse de El
por el pecado, la humanidad eligió para sí un camino de muerte. En
el origen de esta rebeldía esta la pretensión de “ser igual a
Dios”, es decir, en vez de ordenar todas sus acciones de acuerdo
con la voluntad divina, el primer hombre y la primera mujer se
constituyeron a sí mismos en norma última de sus decisiones,
usurpando el lugar que le corresponde exclusivamente a Dios.
El pecado rompió los lazos de amistad con su creador y así
entraron en el mundo el sufrimiento y la muerte. A su vez, la pérdida
de la amistad divina trajo como consecuencia la ruptura entre Dios y
el hombre, entre el hombre y la mujer Y entre la especie humana y el
resto de la creación.
El pecado prolifera, se diversifica y se extiende cada vez más a
medida que aumenta la humanidad. Pero el pecado y el castigo no
tienen la última palabra, porque Dios reconstruye
misericordiosamente lo que la soberbia humana había destruido.
El designio divino de salvación comienza humildemente con un
solo hombre, Abraham y su familia; pero desde el comienzo su destino tiene un carácter universal, porque la elección de Abraham redundará al
fin en beneficio de todas las naciones:
por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo”.
(Génesis 12: 2-3; 13: 14-17; 15: 5; 22: 17-18).
Todo
el ceremonial religioso, el culto levítico que Dios estableció en
su Pueblo, como dice la Carta a los Hebreos, era solamente la
sombra de los bienes venideros,
en tanto que los sacrificios ofrecidos sobre el altar constituían el
tipo del gran sacrificio de la cruz.
Los diversos sacrificios eran figuras, por así decirlo, de la muerte de Jesús en la Cruz, en donde Él, que no tenía pecado sufrió la ira de Dios en nuestro lugar para que pudiésemos ser salvados de nuestra culpa.
Los sacerdotes levíticos prefiguraban el servicio fiel de
Cristo al efectuar la reconciliación por los pecados del pueblo.
Las leyes de la limpieza y purificación
debían constituirse en recuerdos perpetuos del
arrepentimiento y separación de la impureza, que debe caracterizar a
los redimidos, es decir al cristiano.
El sacrificio del Día de la Expiación era una
proclamación del perdón de Dios para aquellos que en un futuro se
humillarían delante de Cristo y se entregarían fielmente a Él.
Pero... ¿Qué es la Ley? y ¿Qué significaba
para Israel?
La Ley es una norma de conducta dictada por la
autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia
con la justicia y para el bien de los gobernados. Se impone
exteriormente en forma de reglas, estatutos, etc.
En el pueblo de Israel la ley era al hombre como
la plomada a una pared.
El albañil colocaba la plomada para ver si la pared
estaba derecha o torcida y la Ley servía para comprobar el grado de
pecado que había en el hombre. Cuando el hombre se reflejaba en la
Ley podía comprobar si estaba haciendo lo correcto o no.
Es Israel el único pueblo que va a gozar de una Ley
perfecta e idónea para hacer la voluntad de Dios y gozar así de las
bendiciones que durante tanto tiempo el hombre había perdido. Estas
bendiciones no eran magia, sino la consecuencia de la fe y la
obediencia a sus mandatos. La Incredulidad y la desobediencia
provocaban el juicio de Dios.
En Deuteronomio 28: 1-2 y 15 Dios dice así:
“Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu
Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te
prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las
naciones de la tierra.
Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y
te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.
Lista de Bendiciones: Exaltación, Salud,
Fecundidad, Prosperidad, Victoria y Favor de Dios.
Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para
procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te
intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te
alcanzarán."
Lista de Maldiciones: Humillación, sequedad,
esterilidad, enfermedades físicas y mentales, familias rotas,
Pobreza,
derrota, fracaso, opresión y desfavor de Dios.
Si el Señor solo le hubiera dado a su pueblo la Ley, este no
hubiera aguantado ni el primer asalto. El conocer la Ley no garantiza
que puedas cumplirla, en realidad, Dios sabía que esto era
imposible, y es por ello que les da también todos los ritos y
sacrificios.
¿Qué representaban y para que servían los
sacrificios?
Ningún hombre podía presentarse delante de Dios y justificarse a
sí mismo sin que el juicio de Dios cayera sobre él y lo destruyese.
Todos habían sido destituidos de la Gloria de Dios. Solo Cristo, a
través de su bautismo y muerte en la Cruz podría justificarnos,
pero aún no había venido en carne, por lo que Jehová por medio de
sacrificios de animales que simbolizaban la muerte de Jesús,
proporcionaba al pueblo un medio por el cual este se podía acercar a
Dios sin ser destruido y al mismo tiempo ser justificado y perdonado
cuando quebrantaba la Ley.
Lo que descubrimos aquí, es que La Ley y la
Gracia siempre han ido unidas.
Ahora nos trasladaremos en el tiempo al Nuevo
Testamento y vemos a Jesús hablando en el Evangelio de Juan 10:
27–28
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo
les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará
de mi mano”.
La relación que existe entre lo que
habla Jehová en el libro de Deuteronomio y Jesús en el Evangelio de
Juan es que en los dos casos encontramos los mismos requisitos
básicos para recibir bendición:
- Escuchar la voz de Dios
- Y obedecerle
En el Antiguo Testamento la Ley fue esculpida sobre piedra e impuesta al pueblo desde fuera, era conservada como testimonio dentro del Arca en el Lugar Santísimo (en el mismo corazón de Dios), y solo se podía llegar allí por medio del derramamiento de sangre de animales sacrificados.
Ahora en el Nuevo Testamento y a través
de la muerte de Cristo Dios hace un nuevo pacto con su pueblo:
Hebreos 10: 16 - 25 (La
Biblia de las Américas)
“ESTE ES EL PACTO QUE HARÉ CON ELLOS DESPUÉS DE AQUELLOS
DÍAS DICE EL SEÑOR: PONDRÉ MIS LEYES EN SU CORAZÓN, Y EN SU MENTE LAS
ESCRIBIRÉ, añade: Y NUNCA MÁS ME ACORDARÉ DE SUS PECADOS E
INIQUIDADES. Ahora bien, donde hay perdón de estas cosas, ya no hay
ofrenda por el pecado. Entonces, hermanos, puesto que tenemos
confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús,
por un camino nuevo y vivo que El inauguró para nosotros por medio
del velo, es decir, su carne, y puesto que tenemos un gran sacerdote
sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena
certidumbre de fe, teniendo nuestro corazón purificado de mala
conciencia y nuestro cuerpo lavado con agua pura. Mantengamos firme
la profesión de nuestra esperanza sin vacilar, porque fiel es el que
prometió; y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y
a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen
por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver
que el día se acerca.”
Un nuevo pacto. Un Pacto de Gracia
donde la Ley no es impuesta desde fuera sino en el corazón del
creyente. Un pacto donde ya no es necesario recurrir a los
sacrificios para ser perdonados, sino que con la muerte de Cristo,
nuestro pecado ha sido llevado también a la Cruz y ahora Su Espíritu
ha hecho morada en nosotros. Un pacto donde Cristo por su misericordia llega donde nuestra debilidad e impotencia no puede, satisfaciendo así la necesidad de justicia que Dios demanda de
nosotros.
Sin embargo, aunque en teoría
sabemos todo esto, hay muchos interrogantes en la vida del creyente
con relación a la obediencia, la Gracia y las bendiciones de Dios. A
veces nos surgen preguntas como por ejemplo:
¿Porqué si somos hijos se Dios
nuestra vida espiritual no goza de las bendiciones que Él nos
promete en su Palabra?
¿Si hacemos todo lo que nos dicen, e
intentamos obedecer al máximo a Dios como es que no recibimos nada y otros sin hacer nada parece que lo tienen todo?
¿Porqué si vivimos bajo el pacto de
la Gracia donde se supone que Cristo llega donde nosotros no
llegamos, nos sentimos tan agotados, frustrados y derrotados
espiritualmente?
¿Porqué si estamos bajo la
Gracia, sentimos el peso de la Ley sobre nuestra vida y continuamente nos vemos
obligados a vivir una vida cristiana basada en nuestras fuerzas?
¿Es posible que estemos engañados y en
vez de vivir conforme a la Gracia estemos viviendo todavía en la Ley?
Y si es así ¿Qué podemos hacer?
No es fácil dar respuesta a estas
preguntas pero voy a intentar de la manera más clara y sencilla
exponer lo que Dios me ha enseñado a través de la experiencia
personal y que probablemente pueda ser de utilidad también para ti.
ENSEÑANZAS
APRENDIDAS EN MI CAMINAR DIARIO:
1º EN LA GRACIA SE VIVE POR FE Efesios 2: 8-9
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe."
O creemos o no creemos a Jesús. Vivir
en la Gracia es creer que Él actúa en nosotros.
Nuestro esfuerzo y nuestras obras no
van a conseguir que Dios nos ame más.
Sin fe es imposible agradar a Dios, y
las obras, fruto de esa fe son las que le agradan.
Existe una controversia en cuanto si
las obras son necesarias para la salvación o si es la fe la que
salva, en cuanto a esto, pondré un ejemplo que espero aclare las
dudas al respecto.
Ejemplo:
Ejemplo:
“Cuando
una persona desea conquistar a otra, despliega todos los recursos de
que dispone para atraerla hacia sí y conseguir su amor, todo lo que
hace y dice va dirigido a este fin, es decir obtener su favor, en
cierto modo no deja de ser egoísta, ya que todo su esfuerzo es para
alcanzar su objetivo.
Quien ama de verdad no busca lo suyo, la motivación que le lleva a
agradar es el deseo de ver feliz a esa persona, todo lo que
haga o diga irá enfocado a favorecerla sin la pretensión egoísta de
conseguir nada a cambio.”
Esto significa que si la motivación de
las obras es para conseguir la salvación o un acercamiento a Dios
estamos en un error, lo que verdaderamente debe motivarnos a realizar
buenas obras es el amor a Dios y el agradecimiento por las
bendiciones que cada día recibimos gratuitamente de El.
2º LA FE VIENE POR EL OÍR
Y EL OÍR LA PALABRA DE DIOS Romanos 10: 17
"Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios."
Tenemos confianza en las personas
cuando después de conocerlas comprobamos que podemos fiarnos de
ellas.
Si queremos tener fe es muy importante
pasar tiempo conociendo a Dios, a través de la meditación y el
escudriñar las Escrituras, comprobaremos gratamente que nos
podemos fiar de Él y sus promesas.
Limitarnos solo a la lectura
sistemática de la Palabra nos traerá conocimiento, Pero
deleitarnos en la meditación de la misma y buscar en ella la
voluntad de Dios para nuestra vida, traerá sabiduría.
3º OBEDECER NO ES HACER TODO LO
QUE TE DICEN
Es cierto que no basta solo con oír la
Palabra, que también hemos de obedecer, pero la Palabra dice en 1ª
de Tes. 5:21
“Examinadlo todo; retened lo bueno.”
Esto llevaría al creyente no a una
obediencia sistemática sino a una relación intima con Dios, para
saber en todo momento cual es su voluntad perfecta para nuestra vida
y cuando, como y a quien hemos de obedecer.
La relación intima con Dios y el
meditar en su Palabra nos lleva a:
- Conocer su voluntad (no la nuestra ni la que nos imponen de fuera)
- A identificar la voz de Jesús para seguirle (no la voz de nuestra carne, no la voz del mundo, no la voz de la ley...)
- Y conocer su tiempo (conocer cuando hemos de actuar, hablar o callar. Todo a su tiempo)
Podemos creer que cada orden o mandato que recibimos viene de Dios, pero eso no es cierto, si no aprendemos a identificar a quien oímos y a quién seguimos terminaremos perdidos en un mar de confusión, sin gozo ni paz, desengañados, y lo que es peor, enfermos y agotados espiritualmente.
4º LA MADUREZ DEL
CRISTIANO NO DEPENDE DE SUS OBRAS SINO DE PERMANECED EN CRISTO
Juan 15: 5-6
"Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden."
Permaneced en Cristo, estad sujetos a
él, es lo que nos hará madurar y llevar buen fruto.
El Salmo 1
nos describe al hombre que se deleita en la ley de Dios como un
árbol plantado junto a corrientes de aguas que da su fruto a su
tiempo y su hoja no cae, y todo lo que hace, prosperará.
Cuando buscamos su voluntad para
nuestra vida, y recibimos su agua, su alimento, y su poda, a su
tiempo, daremos fruto
y del bueno, estaremos listos para ser alimento para otros. Fuera del
tiempo de Dios, el fruto puede ser muy dañino para quien lo recibe,
una fruta verde puede ser veneno para quien se la come.
Cuando dice: “... y su hoja no
cae”, esta hablando de prosperidad y bendición eterna de
Dios. El que permanece en Jesús no solo prosperará sino que será
de bendición para otros.
Adquirimos también madurez cuando
ejercitamos nuestros sentidos en el discernimiento del bien y del
mal. Hebreos 5: 14
"... pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal."
LAS OBRAS QUE NO SON FRUTO DE
LA FE, NO PRODUCEN VIDA.
5º OBEDECER A DIOS ANTES QUE A LOS HOMBRES
Romanos 13 habla de someterse toda
persona a las autoridades superiores; porque las que hay, han sido
establecidas por Dios.
Y Hechos 4: 15-20 habla de que justo
es obedecer a Dios antes que a los hombres.
Parece que estos dos pasajes de las
Escrituras se contradicen entre si en cuanto al principio de
obediencia, pero esto no es cierto, lo que ocurre es que a veces
tergiversamos la Palabra según nuestra conveniencia.
- 1º Todos los que tienen autoridad tienen también una profunda responsabilidad ante Dios por el modo de ejercerla.
- 2º El que ejerce autoridad es servidor de Dios para nuestro bien, no para enseñorearse del hombre y abusar de el.
- 3º El que obedece no lo hace por temor sino por causa de la conciencia, es decir porque su propia conciencia les dice que eso es lo que agrada a Dios.
- 4º Las autoridades has sido establecidas para protección, pero si estas se oponen a Dios, estamos obligados a obedecer a Dios antes que a los hombres.
6º SER UN LEGALISTA TE DESTRUYE
ESPIRITUALMENTE
SATANÁS NO SOLO CONTROLA EL SISTEMA DE
GOBIERNO DE ESTE MUNDO SINO QUE SUTILMENTE SE HA INTRODUCIDO EN LA
IGLESIA DE CRISTO.
La iglesia es también el punto de mira
de Satanás, y hacia ella lanza sus dardos envenenados intentando
alcanzar a sus miembros para destruirlos, quizá no logre matarlos
pero si consigue frustrar sus vidas se dará por contento.
El veneno más mortífero que
ha introducido es el legalismo. El
legalismo es una falsificación del Evangelio y termina destruyendo a las personas, es por eso que Jesús lo atacó tan duramente cuando se
enfrentaba con los fariseos, ya que anulaba por completo la Gracia
redentora de Dios y ponían cargas pesadas al pueblo que no podían
soportar.
El legalismo es en realidad un sistema
religioso cuyo mensaje dice que somos aceptados mediante
nuestras buenas obras.
El legalismo es impuesto desde fuera,
no nace del amor a Dios. Puede ser auto-impuesto, o establecido en
las iglesias como una manera de servir a Dios.
El legalismo farisaico como está
basado en la Palabra de Dios, es difícil encontrarle fallos. Y lo
más nocivo de este sistema es el hecho de hacer creer que cuanto más
se obedecen las leyes mas cerca estamos de Dios.
El legalismo trae agotamiento espiritual.
El legalismo trae agotamiento espiritual.
Sin darnos cuenta comenzamos a vivir
bajo la Ley, y como nos resulta imposible obedecer y agradar a Dios terminamos agotados, frustrados, sin paz y enfermos
espiritualmente. No nos hemos dado cuenta como sutilmente Satanás ha vertido su
veneno a nuestra dieta espiritual.
En romanos 3: 19 –20; dice que la Ley
sirve para tener conocimiento del pecado, pero por las obras de la
Ley no somos nunca justificados.
Resumiendo este mensaje diré que la
Ley de Dios y su Gracia siempre han caminado unidas. Dios no ha
dejado a su pueblo solo sino que ha cargado con sus pecados y
debilidades para acercarnos a su presencia. Lo único que Dios demanda de nosotros es:
- Creer en Él
- Deleitemos en su Palabra
- Y obedecerle
¿Por qué?
- Porque sin fe es imposible agradar a Dios.
- Porque solo a través de su Palabra es como podremos conocerle.
- Porque necesitamos permanecer en Él para llevar fruto.
- Porque es en su Gracia y no en la Ley como podemos hacer su voluntad, no en nuestras fuerzas, sino en su Gracia.
Mientras que la Ley obliga y dice: “ ...haced estas cosas y viviréis”
La Gracia nos exhorta y dice: “... os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”.
DIOS NO TE PONE YUGO PARA OBEDECER,
COMO HACÍAN LOS FARISEOS, SINO QUE TE EXHORTA Y ENSEÑA A
CAMINAR EN OBEDIENCIA.
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