Desde el principio Dios preparó la redención del hombre y lo hizo mediante un Pacto con Israel, para que este fuera efectivo, cada uno estaba obligado a cumplir su parte del mismo.
A Israel se le dio la Ley y los sacrificios, para que por medio de ellos pudieran acercarse a Jehová y sus pecados fueran perdonados; pero Israel fracasó en su intento una y otra vez, demostrando así que el hombre es incapaz en sus fuerzas de cumplir la totalidad de la Ley y hacer la voluntad perfecta de Dios.
Con la muerte y Resurrección de Cristo, entramos en un nuevo Pacto, Él llevó sobre sí todas las transgresiones de la humanidad, abriendo un camino nuevo para que el hombre pudiera acercarse a Dios sin que haya ningún impedimento.
Este nuevo Pacto ya no es entre Jehová e Israel, sino entre Jehová y Cristo, pero como Cristo Hijo, es uno en Dios con el Padre, el Pacto para redimir al hombre es consigo mismo, lo que nos libera del cumplimiento de la Ley de la manera en la que lo hacía Israel. Ahora, si queremos acercarnos a Dios ha de ser mediante la fe en el sacrificio de Cristo, no por obras, para que nadie se gloríe, sabiendo que esta fe también viene de Dios.
"Cada uno
tenemos una medida de fe la cual Dios nos ha dado para que podamos funcionar en
nuestra vida espiritual" Romanos 12:3.
Es mediante la fe en Cristo que somos justificados delante del Padre, sin fe es imposible agradar a Dios, por tanto no tengamos temor de acercarnos a Él y pedirle que nos de la fe necesaria para alcanzar la salvación y perseverar en ella pesar de los contratiempos.
"Sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6).
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