LA
INCREDULIDAD EN EL CRISTIANO
INTRODUCCIÓN:
Cuando decidimos
entregar nuestra vida a Cristo, experimentamos mucha alegría,
ilusión y esperanza, estamos expectantes a los cambios que Dios va a
realizar en nuestra vida. Espiritualmente recobramos la inocencia de
observar y creer todo y esperamos ansiosos el cumplimiento de sus
promesas, especialmente aquellas que más directamente nos afectan.
Es un tiempo muy bonito pero no dura demasiado, enseguida nos
introducimos en el desierto, comienzan las pruebas y el camino que
antes parecía sencillo, se torna árido y... todo se viene abajo, en
especial para quienes no soportan las pruebas y pasan largos años
de su vida viviendo un cristianismo mediocre, y lleno de
frustraciones. Con el tiempo, por desgracia para estos creyentes,
su estado postrero es casi siempre peor que el primero.
Llegados a este punto,
nos preguntamos que ha podido ocurrir, en que nos hemos equivocado y
empezamos a dudar del amor de Dios e incluso de sí realmente
existe.
Cuando llegamos a esta
situación tan dramática puede ocurrir tres cosas:
- Que abandonemos.
- Que nos conformemos a la derrota.
- Que seamos sabios y tomemos la decisión de cambiar de aptitud y luchar para gozar de las promesas de Dios, entendiendo que ser cristiano es luchar contra corriente.
¿CUÁL
ES LA VOLUNTAD DE DIOS PARA NOSOTROS AQUÍ Y AHORA?
- Que salgamos de la esclavitud del mundo y gocemos de una vida plena con Él.
- Que confiemos en Él, le creamos de todo corazón y con toda nuestra mente.
- Que gocemos de sus promesas aquí y ahora, promesas de paz, gozo, salud... etc. Que disfrutemos de una calidad de vida espiritual digna de un hijo de Dios.
Ahora bien, si esto es
lo que Dios quiere:
¿POR
QUÉ UNOS VIVEN EN DERROTA Y OTROS EN VICTORIA?
Si hacemos una mirada
retrospectiva trasladándonos a lo que fue la salida del pueblo de
Israel de Egipto, observaremos que juntamente con los israelitas
salió una gran muchedumbre de otros pueblos.
“Partieron
los hijos de Israel de Ramasés a Sucor, como seiscientos mil hombre
de a pie, sin contar los niños.
También
subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas y
muchísimo ganado” Éxodo 12: 37-38
Egipto simboliza “el
mundo y sus deseos”; a diferencia de la Tierra Prometida hacia la
que se dirigían que significa “el reposo de Dios”.
Si tuviéramos que
hacer una clasificación de todos los que salieron camino de la
Tierra Prometida, nos encontraríamos tres tipos diferentes de
personas:
1. Los que iban con el
pueblo pero no eran del pueblo.
2. Los que eran pueblo
pero su incredulidad les impedía fiarse en Dios.
3.Los que también eran
pueblo, pero a diferencia de estos permanecían fieles a Jehová pese
a las pruebas y dificultades.
Estos últimos
representaban el remanente de Dios.
1.
Extranjeros que salieron con el pueblo hebreo hacia Egipto.
Simpatizaban
con ellos, compartían bendiciones, gozaban de la protección y
cuidado de Dios, comían del mismo alimento (el maná)... Pero no
eran pueblo, nunca llegaron a heredar de la tierra prometida, en
realidad solo
buscaban los beneficios materiales, carecían de visión espiritual.
Estas personas llegaron
a causar graves problemas a Israel.
“Y
la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y
los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién
nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en
Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las
cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino
este maná ven nuestros ojos.”
Números 11:
4 –6
Moisés ante esta
provocación del pueblo habla con Dios y le dice:
“Y
dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por
qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de
todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo
engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la
que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?
¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque
lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos. No puedo yo solo
soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía. Y si así
lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado
gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.” Nm.
11: 11 – 15
A
lo que Jehová respondió:
“Pero
al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque
habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a
comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os
dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni
cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes
entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por
cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y
llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de
Egipto?” Nm. 11: 18 – 20
“Y
vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó
sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino
al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de
la tierra. Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda
la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que
menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo
alrededor del campamento.
Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande. Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso.” Nm. 11: 31 – 34
En
las iglesias denominacionales también existen los llamados
“extranjeros”, es decir, los que están en la congregación pero
no son parte de ella. A la mínima dificultad salen, arrastrando
consigo a parte del pueblo, poniendo en peligro su salvación.
El
maná era un alimento completo en sí mismo. El cristiano va a
encontrar en la Palabra de Dios el alimento que necesita para
desarrollar su vida espiritual. Así como los “extranjeros” en el
A.T. deseaban introducir en su dieta otros elementos como la carne,
los llamados “extranjeros” en la Iglesia, van a intentar
adulterar los principios de Dios debido a que el mundo y su manera de
vivir, les atrae demasiado como para renunciar a el y lo justifican.
El
mayor peligro que corren estas
personas es su ceguera espiritual.
El
mundo no da vida. Solo en Cristo podemos encontrar vida y vida
eterna.
Estas son las
personas a las que se refería Jesús en su parábola del trigo y la
cizaña. Leed Mateo 13: 36 –43
2.
Los que si eran parte del pueblo de Israel pero su incredulidad les
impedía fiarse en Dios.
Es increíble como un
pueblo que había visto con sus propios ojos los milagros y
maravillas de Dios dudaran de Él. No fiándose de su Palabra
enviaron espías para inspeccionar por ellos mismos la tierra que iban a conquistar, y el resultado fue desastroso, la cruda realidad
les aplastó y cundió el pánico en toda la congregación, así
como la duda, la cobardía y la rebelión.
Fue el pecado de
incredulidad la causa que les impidió tomaran posesión de su
heredad.
La consecuencia fue que
esa generación incrédula rodó durante cuarenta años en el
desierto y nunca pudo gozar del Reposo de Dios (La Tierra Prometida).
Se caracterizaban por su continua queja y murmuración.
En las Iglesias
encontramos gran número de creyentes incrédulos, y aunque esto
parece una contradicción es así.
Estas personas están
involucradas de manera activa en la congregación, sin embargo, a
pesar de ser parte de la misma, actúan
conforme a sus propios criterios y razonamiento, en vez de buscar la
guía en la Palabra de Dios. Se rigen más por los principios del
mundo que son los que conocen.
El resultado es una
vida espiritual basada en las emociones, y llena de frustraciones,
amargura y tristeza.
Espiritualmente
hablando son personas pasivas, no luchan, en el fondo creen que algún
día todo cambiará y Dios hará el milagro de cambiar su situación.
Esto
es un engaño, las cosas no cambiarán por sí solas. Es
nuestra aptitud la que va a determinar lo que vamos a recibir:
-Bendición
o
-Maldición.
Es
nuestra incredulidad la que bloquea el poder de Dios para que se
cumplan sus promesas.
Si
te encuentras en esta situación, pregúntate: ¿hasta cuando voy a
rodar por el desierto a causa de mi incredulidad?
¿Por
qué no decides hoy mismo fiarte de Dios con todo tu corazón y darte
una oportunidad de comprobar todo cuanto Dios puede hacer por ti?
“Hermanos
míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas,
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la
paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin
que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque
el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra.
No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.
El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” Santiago 1: 2 –12
Dios
se compadece de cuantos se encuentran en esta situación, sabe de
nuestro sufrimiento, pero por cuanto nos ama, permite que pasemos
por pruebas y dificultades para nuestro crecimiento
espiritual. No tengamos temor a pasar por ellas, si resistimos
creceremos en madurez y en fe.
3.
Los que también eran pueblo, y permanecían
fieles a Jehová pese a las pruebas y dificultades.
Estos
son aquellos que como Josué y Caleb, decidieron ver con los
ojos del Espíritu y no con los ojos de la carne. No perdieron la
ilusión y la fe frente a las dificultades que se iban a presentar a
la hora de conquistar la Tierra Prometida, decidieron creer que el
poder de Dios es más grande que cualquier impedimento que se presente
en nuestra vida.
Son
aquellos que no ven las dificultades como obstáculos, sino un medio
para que Dios se glorifique. A
mayor dificultad mayor milagro.
Son los que se entregan
a Cristo y a su obra en cuerpo, alma y espíritu, los que se fían de
Dios plenamente y luchan para conquistar las promesas.
Este es el grupo de
personas al que estamos llamados a pertenecer.
Si eres cristiano de
verdad, no te conformes con una vida mediocre, levántate, pelea por
ti y por los tuyos, deja de auto-compadecerte,
deja las dudas y el miedo, Dios respalda a los que luchan y se
esfuerzan en hacer su voluntad.
¿Por qué renunciar
a tener paz y gozo en nuestra vida?
¿Por qué renunciar
a tener un hogar donde reine la armonía?
¿Por qué renunciar
a pelear por la salvación de las personas que quiero?
No olvidemos que la
TIERRA PROMETIDA no fue habitada al momento de llegar, sino que hubo
de ser conquistada palmo a palmo, y en muchos caso con bastante
resistencia por parte de sus moradores, pero la victoria era de
Israel mientras este confiara en Jehová.
NO
DEJES PERDER TU HEREDAD
Tres son los
requisitos que necesitamos para vencer:
- Creer a Dios (fiarte de Él de todo corazón)
- Obedecer su Palabra (ponerla por obra).
- Aplicar disciplina (poner orden en tu vida y tu hogar)
CONCLUSIÓN
Tres son las clases de
personas que vamos a encontrar en la Iglesia de Cristo:
- Los que simpatizan con ella pero no son parte de la congregación. No soportan las pruebas ni las dificultades, solo buscan las bendiciones y no se comprometen.
- Los creyentes incrédulos, que pese a ser salvos viven en continua derrota. Son aquellos que miran a través de los ojos de la carne. Están dominados por su razonamiento y sus propios criterios. Necesitan desesperadamente cambiar de aptitud y tomar la decisión de creer a Dios y poner por obra su Palabra.
- El remanente fiel, los que deciden creen y seguir a Dios, aquellos que ven con los ojos del Espíritu. Los que con su lucha y su esfuerzo logran conquistar y gozar de las promesas.
Tres
son los requisitos para llegar a ser parte de este remanente:
Creer
a Dios (fiarte
de Él)
Obedecer
su Palabra (Ponerla
por obra)
Aplicar
disciplina (ordenar
tu vida y tu hogar)
ORACIÓN:
Que
el Dios de esperanza nos llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abundemos en esperanza por el poder del Espíritu Santo.
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